Ser Sanado por el Perdón.



Dios me sana, cuando sinceramente perdono.
 Cuando perdonamos de corazón, las manos de Dios quedan libres para realizar sus milagros de amor. El problema es que las personas no cambian tan rápido como quisiéramos, y algunas no cambian nunca, al menos no en lo que nosotros podemos ver. Perdonar es una decisión. Para ser como Cristo y perdonar setenta veces siete, tenemos que tomar la decisión consciente de respetar y amar a las personas como son ahora, aun cuando no aprobemos o no nos guste lo que hagan. Si ellos nunca mejoran, ¿podremos seguir amándolos? ¿Qué tal si su falta de mejoría nos ocasiona más problemas?

El perdón no radica en lo que otros hacen, sino en lo que necesitamos. Perdonar nos libera de la atadura que los pecados de ellos mantienen sobre nosotros. Es una decisión para proteger nuestra felicidad y no permitirle a otros controlar nuestros sentimientos. Y para que esto suceda, nuestro perdón debe ser sincero. Podemos decir con nuestros labios que los perdonamos, pero si nuestra felicidad depende que los otros cambien, permaneceremos frustrados y enojados. Si permanecemos enojados, es señal que nuestro perdón es de dientes para afuera.

La felicidad por medio del perdón depende de Dios, no de lo que los demás hagan o dejen de hacer. Elegimos perdonar basados en el amor que Dios tiene por los pecadores, no en si lo merecen o no. Y entonces, porque les tenemos misericordia, recibimos la misericordia de Dios y somos liberados de las cadenas emocionales que nos atan a los efectos dañinos de sus pecados.

Permite Señor, que me libere de toda carga de dolor y frustración para que pueda comprender, que la verdadera liberación viene del sincero arrepentimiento y del perdón sincero hacia aquel, que considero me ha ofendido, humillado, abandonado o hecho algún mal. De mi perdón sincero depende mi tranquilidad y estar en paz con migo mismo, después de todo quienes somos  para poder juzgar. En cambio, puedo hacer mucho por mi misma al liberarme del rencor que es una dura carga que me ata al dolor.  Para ser sanada, perdono y me refugio en el amor de Cristo, que me enseño a perdonar y vivir para amar y ser feliz. Cuando perdonamos, muchas bendiciones vienen a nosotros.

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