Durante las situaciones difíciles o de desesperanza es cuando viene la prueba, de cómo mantenernos optimistas. Independientemente de todas las puertas que se nos hayan cerrado, para el optimismo siempre hay una alternativa útil.
Sin importar la crisis que haya, un optimista mantiene la visión de que es una señal, de que ha llegado el momento de pensar en otro modo, de cambiar, de mudar, o de hacer las cosas de otra manera.
Desde luego que si no somos optimistas, veremos las cosas de otra manera, ni siquiera vemos señales, sino que abrigamos la queja el resentimiento la venganza, incluso la desesperación.
El optimista se aferra a la esperanza, no ignora la realidad o las consecuencias de la negatividad, pero no desespera ni se pierde en el caos que se desencadena cuando arriban los problemas uno tras de otro y parece que todos los males le llegaran. En la vida diaria muchas veces abrimos cajas Pandora de este tipo, pero el optimismo nos permite encontrar soluciones a los problemas que nos asaltan.
Un optimista abriga la esperanza, tiene fé y lucha, trabaja con paciencia y determinación; no se deja dominar por el miedo. Para ser optimista, es conveniente mantener una determinación discreta y realista que nos permite centrarnos en posibles alternativas y encontrar soluciones a los problemas. Sé flexible y déjate guiar. Hay que combinar el arte de hacer que las cosas sucedan con la capacidad de hacer que las cosas sucedan, sabiendo que todo es cuestión de tiempo y darnos cuenta de los diferentes factores, el principal de ellos es nunca perder la fé.
