Una de las mayores búsquedas del ser humano es la del sentido de su vida. Si no fuéramos capaces de contestar vitalmente a la pregunta ¿para qué estoy aquí? ¿Cuál es el sentido de mi vida? no encontraríamos la auténtica felicidad. El ser humano no se llena ni se conforma con cualquier cosa. No somos fáciles de contentar. Si llenamos nuestra vida de experiencias superfluas sin escuchar la voz interior que habla en nuestro corazón, tarde o temprano nos damos cuenta de que todo eso no nos satisface y nos impide caminar felices. Los creyentes en Dios tenemos una ventaja respecto a los no creyentes; podemos preguntarle al Padre, cuál es nuestra misión. Podemos encontrar en Él el sentido de nuestra vida. Lo podemos hacer porque Él es nuestro creador, nos conoce muy bien, mejor que nosotros mismos. Y precisamente porque estamos en la mente de Dios, Él tiene una propuesta de vida para cada uno de nosotros. Podemos preguntarle: “Señor, ¿qué quieres de mí?”. A través de Jesús, en Dios, encontramos y reafirmamos nuestra vocación, el sentido de nuestra vida, vocación y sentido que no es sólo para nosotros, sino que repercute positivamente en el mundo si dicha vocación y sentido vienen de Dios. En tu oración de hoy da gracias a Dios por la vida sagrada que te ha sido regalada y pídele que confirme su llamada sobre ti, tu vocación.
Que sentido tiene mi vida, sino amo, ayudo o comparto?
La caridad comienza en casa y por aquellos más cercanos a mi. Son ellos los más necesitados y así sucesivamente todo aquel que encuentro en mi paso, hasta llegar a nuestros compañeros de trabajo, o aquel que espera de mi, por mi trabajo bien hecho. Así sea difícil o mal agradecido a veces, son ellos los más necesitados.
Pero como no ser paciente con el hijo, producto de nuestra educación o heredero de nuestros propios defectos, en ellos muchas veces vemos el reflejo de lo que somos o de lo que fuimos. Por eso estoy aquí y por ello debo continuar con mi cometido, porque ese es el sentido de mi vida, frente a ello no debo ser conforme. Por el contrario, debo ser exigente y cimentarme en el propio valor de mi fe.
Es en ello que estriba la diferencia con los no creyentes, nosotros oramos y consultamos al padre, como debemos continuar nuestra misión y el nos responde de mil maneras y una de ellas es a través de pruebas, por eso imploro sobre mi vocación de madre y veo el ejemplo de María, a quien torpemente trato de imitar. Mañana será el día de la Virgen del Carmen y espero estar preparada para las pruebas que sé, vendrán.
Dame Madre mía la luz en el camino y permite que sea una buena madre y eduque correctamente a mis hijos. Permite que cumpla con mi misión y también sea una buena hija, para mostrar mi agradecimiento por la familia con la que he sido bendecida.
Te amo Madre mía, que en el cielo como en la tierra, en la noche como en el día, no te apartes de mi, ni un sólo instante de mi vida.
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