Un día de Tormenta




Un día de Tormenta

Refugiada en mi subsuelo, escribo desde mi encierro. Escuchando el maullar del viento azotando techos y tumbando ramas secas de los árboles. La temperatura exterior es de menos 28 grados.
Pienso en mis hijos y elevó una oración por su protección, pienso también en los hijos de aquellas madres que hoy lloran por sus hijos, aquellos jóvenes llenos de sueños que hoy por causa de facinerosos, no pueden llevar a cabo, tantas ilusiones de quienes apenas comenzaban a despertar.

Pienso en lo frío que es este país, y en el calor humano de los míos, en el silencio entre vecinos que se refugian en sus casas y en sus propias vidas, y en el bullicio de aquellos que claman por una paz anhelada.  Aquí no se ve un alma y cada quien mira como palea la nieve de su destino, allá los abrazos apasionados y conmovidos por el dolor de perder aquellos jóvenes con sueños de justicia, libertad y orden.  Aquí el blanco monótono de todos los días. Allá ningún día igual que el otro.

Esas madres que con dolor y mucho amor parieron a sus hijos, muchos de ellos deportistas, todos jóvenes impetuosos con deseos de hacer algo por Colombia. Ese amor de Patria que solo he visto en mi gente, una Nación rica pero quebrantada en las pasiones, dividida por los intereses de unos pocos que no representan la totalidad de lo que somos. Gente buena, trabajadora, que construye a pulso lo que muchos de afuera tanto desean, pero que algunos pocos no saben apreciar. Pero la certitud de que los buenos somos más. 

La tormenta continúa,el rigor de los vientos no amaina, cada quien en su cueva hiberna, el rugir de una maquina o el chasquido de la pala, cada quien ve como hace para prepararse para mañana. Mientras que en mi país una nación llora a sus veinte héroes caídos, esos padres se preparan a enterrar a sus hijos tan queridos, muertos bajo una falsa paz, una paz negociada bajo los intereses ocultos de unos pocos que pescan en río revuelto. Mi solidaridad con mi gente, con esas madres que derraman lágrimas de sangre.

El sol va a salir mañana, aquí va a seguir el frío y cada quien taciturno a sus menesteres, trabajar para vivir como autómatas del número o código de entrada, pero al menos trabajan. Otros la soledad y el encierro. Allá el dolor desgarrador de enterrar a quienes ya no volverán, el abrazo sentido de la solidaridad , de quien con empatía comprende tu dolor, un deseo de cambio de mejorar, de hacer las cosas mejor, de que las oportunidades sean equitativas. Que no sea en vano la muerte de nuestros héroes.

El frío penetra hasta los tuétanos estando lejos en otras tierras indiferentes a la onda explosiva de una bomba en la Escuela Santander de Cadetes de la Policía Nacional de Colombia. Pero mi corazón de Colombiana se solidariza y envía un grito a los perturbadores, a los violentos, a aquellos cuyos intereses egoístas y mezquinos son capaces de asesinar los sueños de los Colombianos de bien, algunos hemos salido, pero no importa dónde estemos, sabemos que en nuestra Patria siempre sale el sol y que son más los Colombianos de bien!

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