La alegría de los Inocentes
La alegría de los inocentes
Ser niños y no tener que preocuparse por el día a día, solo vivir para jugar y soñar.
La circulación vial es nula y las escuelas están cerradas, tanto mejor! Qué delicia ver caer los copos de nieve por la ventana, buen momento para deslizarse, mientras se esté bien abrigado, lo demás es gozo. A otro de pensar en proveer, cocinar y cuidar. Los niños solo a pensar en el momento y el momento es ahora.
Desde mi ventana los observo y pienso en mis hijos y lo rápido que crecieron, lo mucho que los extraño y al mismo tiempo, lo mucho que los entiendo. la vida no es estática, por el contrario es un continuo movimiento, hay que crecer y cumplir con nuestras responsabilidades, pero no dejar de ser niños. Vivir con inocencia, guardar el corazón puro y amar, reír a carcajadas y deslumbrarse por la naturaleza y las sorpresas del día a día.
De niña, no hacía muñecos de nieve, sino castillos de arena; jugaba entre las olas y saltaba espolones en el malecón y en fortalezas coloniales, escuchando historias de piratas y de invasiones de corsarios, escuchaba las cotorras que mis abuelos hacían traer del monte, con sus colores verde brillante. Comía los más deliciosos dulces y postres de frutas, hechos por mi abuelita, quien descubrió mi afición por la lectura y los cuentos cortos. Fue ella quien contrató a su vecina para que me enseñara mis primeras letras y fue ella quien me relató las más curiosas historias del imaginativo popular, junto a la Señora Inés y la Señora Ana, un par de hermanas que trabajaban para mi abuela desde niñas y así su madre y sus padres desde que eran esclavos y mi tatarabuelo Simeon Moreno, siendo Gobernador del Cantón los libero. Tanta historia y cuentos apasionantes!
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