La Sacralidad de las Palabras
Cuidado con lo que decimos y como lo decimos, porque las palabras tienen un poder inmenso.
Por eso debemos usarlas con amor y con humildad tal y como hacía Jesús, el maestro.
Por eso debemos usarlas con amor y con humildad tal y como hacía Jesús, el maestro.
Las palabras son sagradas. ¿Por qué somos tan descuidados con ellas?
Suponemos que las palabras mal habladas pierden su poder dañino después de ser olvidados, pero en realidad todas las palabras ondulan a través del tiempo, ya sea con bendiciones o destrucción.
Duras palabras dichas a nosotros cuando niños, todavía nos controlan hoy a menos que las sometamos a un proceso de sanación. Palabras de orientación e instrucción que se basaron en ideas falsas o insalubridad todavía manipulan cómo pensamos y vivimos hasta que las reemplacemos con la verdad. Y las palabras de alabanza continúan alentándonos mucho tiempo después, aunque no podamos recordar quién lo dijo o por qué.
¿Cómo te sientes cuando alguien te lleva a un lado y le dice: "¿Puedo hablar un momento contigo?" Mientras más aterrador sea, más sanación es la que necesitas de las palabras destructivas de tu pasado.
Las palabras son poderosas. Ellas no se pueden eliminar una vez escuchadas. Para ser como Jesús, debemos desarrollar el autocontrol para comprobar cada pensamiento, estado de ánimo, y la palabra antes de que salgan de nuestra boca. Estamos tan acostumbrados a dejar que nuestras lenguas se agiten libremente que creemos que esto es imposible, pero no lo es, - no si nos detenemos y oramos constantemente para permitir que el Espíritu Santo inspire nuestras palabras.
Si no podemos hacer eso, entonces debemos hacer un voto de silencio por un día o dos y acostumbrarnos a la idea de que nuestra lengua ¡se puede controlar!
Las palabras son sagradas. Siempre debemos decir lo que queremos decir y decirlo como si lo dijera Jesús; y asegurarnos de que todo glorifica a Dios o hace honor a su reino o al menos muestra respeto a EL. Cualquier otra forma de hablar es un sacrilegio.
Esta es la lección que la primera lectura de hoy que nos está enseñando. Cuando hablamos como si supiéramos la verdad mientras rompemos los mandamientos de la Palabra de Dios, destruimos la santidad de nuestras palabras; somos unos mentirosos. Cada palabra mal dicha, niega a Dios. Demuestran una falta de amor por él. Retienen su amor en las personas que nos escuchan.
La Palabra de Dios es lámpara para nuestros pies, como se dice en el salmo responsorial. Que nuestras palabras siempre reflejen la luz de manera que, con Jesús, ayudamos a guiar a otros en el camino de la rectitud. Las palabras sagradas son lo suficientemente potentes como para conquistar los demonios y curar enfermedades, como se evidencia en la lectura del Evangelio. Aprendamos a aprovechar el poder de las palabras.
Amén! (En una palabra, "que así sea!")
Suponemos que las palabras mal habladas pierden su poder dañino después de ser olvidados, pero en realidad todas las palabras ondulan a través del tiempo, ya sea con bendiciones o destrucción.
Duras palabras dichas a nosotros cuando niños, todavía nos controlan hoy a menos que las sometamos a un proceso de sanación. Palabras de orientación e instrucción que se basaron en ideas falsas o insalubridad todavía manipulan cómo pensamos y vivimos hasta que las reemplacemos con la verdad. Y las palabras de alabanza continúan alentándonos mucho tiempo después, aunque no podamos recordar quién lo dijo o por qué.
¿Cómo te sientes cuando alguien te lleva a un lado y le dice: "¿Puedo hablar un momento contigo?" Mientras más aterrador sea, más sanación es la que necesitas de las palabras destructivas de tu pasado.
Las palabras son poderosas. Ellas no se pueden eliminar una vez escuchadas. Para ser como Jesús, debemos desarrollar el autocontrol para comprobar cada pensamiento, estado de ánimo, y la palabra antes de que salgan de nuestra boca. Estamos tan acostumbrados a dejar que nuestras lenguas se agiten libremente que creemos que esto es imposible, pero no lo es, - no si nos detenemos y oramos constantemente para permitir que el Espíritu Santo inspire nuestras palabras.
Si no podemos hacer eso, entonces debemos hacer un voto de silencio por un día o dos y acostumbrarnos a la idea de que nuestra lengua ¡se puede controlar!
Las palabras son sagradas. Siempre debemos decir lo que queremos decir y decirlo como si lo dijera Jesús; y asegurarnos de que todo glorifica a Dios o hace honor a su reino o al menos muestra respeto a EL. Cualquier otra forma de hablar es un sacrilegio.
Esta es la lección que la primera lectura de hoy que nos está enseñando. Cuando hablamos como si supiéramos la verdad mientras rompemos los mandamientos de la Palabra de Dios, destruimos la santidad de nuestras palabras; somos unos mentirosos. Cada palabra mal dicha, niega a Dios. Demuestran una falta de amor por él. Retienen su amor en las personas que nos escuchan.
La Palabra de Dios es lámpara para nuestros pies, como se dice en el salmo responsorial. Que nuestras palabras siempre reflejen la luz de manera que, con Jesús, ayudamos a guiar a otros en el camino de la rectitud. Las palabras sagradas son lo suficientemente potentes como para conquistar los demonios y curar enfermedades, como se evidencia en la lectura del Evangelio. Aprendamos a aprovechar el poder de las palabras.
Amén! (En una palabra, "que así sea!")
Si cuidamos las palabras cuidamos a los demás, si las decimos con cariño les transmitimos lo mismo a quienes van dirigidas. La forma, el significado y la intención hacen un gran equipo. Me ha encantado Mari Carmen. Un fuerte abrazo y buen fin de semana amiga.
ReplyDeleteComo bien dices Pepe, la forma, el significado y la intención se integran para expresar y hacer el bien con las palabras y las acciones que esten motivadas por el bien y el amor.
DeleteMuchas gracias amigo por tan valioso aporte.
Feliz fin de semana.
Si, MariCarmen, la palabra tiene una gran fuerza, porque lleva la energía del sentimiento...Si hablamos con bondad y buena voluntad, todo eso llega a quien escucha...Por tanto, pensemos siempre antes de hablar para no hacer daño...y además lo que damos vuelve al instante a nosotros..
ReplyDeleteMi gratitud y mi abrazo inmenso, feliz domingo, amiga.
M.Jesús
Así es Ma. Jesús, la palabra tiene una fuerza incontenible de allí que debemos usarla con prudencia y siempre para hacer el bien y ayudar a los otros, así como tu haces querida amiga.
ReplyDeleteUna muy feliz semana amiga.